Día 4 (horas de la tarde): Viajamos en tren de Logroño a Burgos para nuestra visita a Finca Torremilanos. En apenas dos horas pasamos de La Rioja a la Comunidad Autónoma de Castilla y León que alberga la prestigiosa denominación de Ribera del Duero donde se encuentra la bodega.
Pensamos haber llegado a nuestro destino final pero estamos equivocadas, el Sr. Giorgi quien nos recibe en la estación, nos indica que estamos a 1 hora de Aranda de Duero en donde se erige a lo alto de una terraza del Río Duero
la Finca Torremilanos propiedad de Doña Pilar Albéniz y sus hijos, Juan Pablo, Ricardo, y Vicente.
Cuando finalmente divisamos a lo lejos la propiedad, nos alberga una profunda emoción comparable a la de un peregrino que finalmente llega al santuario que tanto soñó.
Torremilanos nos recibe con la delicada sonrisa y natural elegancia de Doña Pilar quien nos espera al frente de la propiedad, convertida en lujoso hotel, en compañía de Miguel, uno de sus sobrinos y director técnico de la bodega.
Nos sentimos muy honradas pues son casi las 8 de la noche. Aún no anochece y podemos distinguir la belleza de los jardines y viñedos que rodean el hotel y la bodega. Inmediatamente Doña Pilar nos hace sentir en casa y nos conduce a las habitaciones que personalmente ha escogido para nosotras con vistas al viñedo. Nos cita para la cena minutos después en el lobby.
Mientras esperamos a Vicente Peñalba, el hijo menor de Doña Pilar, a quien habíamos previamente conocido en Panamá, detallamos el exquisito mobiliario del recibidor. Cada mueble, cada tapiz, cada araña de cristal reflejan el buen gusto de sus dueños y su pasión por las antigüedades. Aunque la construcción del edificio data de finales de los años noventa, nos da la sensación de encontrarnos en un pequeño «château» en donde se respira historia y tradición pero sobre todo amor y pasión.
Torremilanos renace en el año 1975 gracias a Pablo Peñalba, padre de Vicente, q.e.p.d., quien por muchos años soñó con adquirir la propiedad y renovar su tradición vinícola. Una vez cumplido su sueño, decide trasladar las instalaciones de la bodega en el centro de Aranda a la Finca. A partir de este momento, se incrementa la plantación de uva tempranillo, la variedad de la zona, hasta alcanzar las 200 hectáreas de viñedos propios que hoy rodean la finca.
Vicente se reúne con nosotros y nos invita a degustar el aperitivo en el bar del hotel. Para darnos la bienvenida, descorcha una botella del vino espumoso Peñalba López, el única cava de Ribera del Duero. Sorprendidas, nos explica que en Torremilanos producen el vino desde los ochenta para el consumo de la familia, mucho antes de la creación y endurecimiento en los años noventa de la Denominación de Origen Cava que agrupa principalmente los espumosos de la zona de Penedès en Cataluña. Elaborado con el método tradicional y con uvas Chardonnay y Macabeo cultivadas en la finca, fue el toque perfecto para refrescar el paladar antes de reunirnos con Doña Pilar en uno de los salones de fiestas del tercer piso finamente decorado en donde nos esperaba un verdadero festín con platillos de la gastronomía local.
Durante la cena tuvimos el placer de contar con la compañía de sus hijos Vicente y Ricardo junto su esposa María, Sophie, joven enóloga francesa y dos grandes importadores asiáticos. Pasamos una velada encantadora en la que tuvimos la oportunidad de degustar el único vino blanco de la bodega elaborado con Sauvignon Blanc y Albillo (ó Tempranillo blanca) cosecha 2010. Unas deliciosas croquetas de queso y jamón hicieron un perfecto match con el vino. Seguimos con Los Cantos de Torremilanos 2008, un 100% Tempranillo que acompañamos de pulpo al carbón y para finalizar un Torremilanos Reserva 2002, 100% Tempranillo con 24 meses de barrica que maridó a la perfección con unas suculentas costillas de cordero acompañadas de pimientos de Padrón, patatas y tomatitos cherry de la huerta de la finca. Toda una experiencia gastronómica digna de recordar.
Día 5:
Luego de un desayuno ligero para compensar los excesos de la noche anterior,
nos reunimos a temprana hora con Vicente Peñalba, nuestro anfitrión, quien nos llevaría a conocer los viñedos y las instalaciones de la bodega. Para entender mejor los orígenes de Torremilanos, Vicente nos condujo primero al pueblo de Aranda de Duero a escasos kilómetros, en donde descubrimos las antiguas instalaciones subterráneas de la bodega que se remontan a 1903. También visitamos con él la Iglesia de Santa María, una joya monumental del siglo XV con influencias de la Catedral de Burgos. Vicente es un joven Arandino orgulloso e sus raíces, del legado de su padre y de sus vinos. Para los Peñalba López, el vino más que un negocio, es una pasión casi mística que se traduce por el respeto de la naturaleza y por un manejo del viñedo biodinámico. En Torremilanos el 100% de la producción es orgánica, pero esto no es un argumento de venta, es una filosofía de vida.
De regreso en la finca, fuimos recibidos por un pequeño y singular ejército de halcones, sabiamente adiestrado para espantar los pájaros de los viñedos.
A los halcones los hacen volar unas cuantas horas al día sobre los viñedos para enviar el mensaje de que son los amos y señores de la propiedad, evitando así el uso de pesticidas.
Cambiamos de auto por un Todo Terreno para explorar las terrazas de la propiedad. Un magnífico sol de verano es nuestro preciado aliado, las nubes, los árboles que adornan el camino y los viñedos en todo su esplendor se convierten en un escenario fantástico en el que cohabitan un sin número de variedades de uvas y especies.
El suelo es de cantos rodados, confirmando otrora el pasaje del río Duero por estas tierras y la presencia de agua no muy lejos. El paisaje a nuestro alrededor es el de un típico bosque mediterráneo con encinas, nogales, almendros y árboles de bellotas. Algunas flores incluso hacen su aparición.
Vicente nos explica como el follaje de las plantas crece a su antojo para proteger a las cepas sin dejar de vigilarlas. Visiblemente, el sistema de viñedo es el “de vaso” tradicional de la zona, en donde la planta crece cerca del suelo. La mano del hombre se reduce a su mínima expresión y sólo se torna valiosa al momento de la cosecha, en el que las uvas son seleccionadas cuidadosamente. La tecnología de punta sólo se hace presente en las instalaciones de la bodega que visitamos posteriormente, en donde la mejor tecnología del siglo XXI sirve de aliada para crear vinos únicos y muy exclusivos en cantidades limitadas.
A un costado del hotel, se encuentra la bodega con sus relucientes prensas, cubas de fermentación y control de temperatura. Los depósitos donde envejece el vino son grandes y otros pequeños, aquí Ricardo, el hermano de Vicente, guarda sus partidas especiales, en algunos casos elaboradas con cepas de su viñedo experimental situado al frente de la propiedad.
De repente, el Sr. Giorgi, hace nuevamente aparición y nos revela su verdadero oficio. Giorgi, un rumano de nacimiento, lleva 8 años como maestro tonelero de la bodega. Nos permite admirar su arte y lo vemos como convierte la madera en crudo importada de los bosques americanos y franceses en duelas que luego ordena disciplinadamente para moldear y transformar en barrica con la ayuda del fuego. En Torremilanos son los únicos de la Ribera del Duero en elaborar sus propias barricas y este es otro de sus grandes méritos.
La nave de barricas es una parada obligatoria. Cálidamente iluminada, esta nave encierra 3,000 barricas que guardan celosamente la esencia de Torremilanos y los secretos de esta finca antes de ser revelados al mundo.
Para concluir la visita en este día caluroso, pasamos a la mesa y probamos un refrescante Montecastrillo Rosado 2011 con unos tomates Pata Negra y terminamos con un cordero lechal y una copa de Torre Albéniz Reserva 2006, un ensamblaje de Tempranillo (90%), Cabernet Sauvignon y Merlot (10%), creado por Don Pablo Peñalba en homenaje a su esposa Doña Pilar, un himno de amor con notas elegantes, finas y cálidas, tal como ella.